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99999 – El Añejon

Tinto Fino (75%), Cabernet Sauvignon (10%) y Merlot (15%).­­­

Atrae por su personalidad compleja y armoniosa. Su equilibrio es la base del carácter fino, delicado y a la vez intenso del vino. Por un lado, los aromas de flores integrados con una fruta poderosa muestran la viveza del entorno. Por otra parte, trasmite frescura y una energía vibrante, propia de una localización tan particular y genuina como las terrazas de Carraovejas.

Elaborado solo en añadas excepcionales.

Tinto Fino (75%), Cabernet Sauvignon (10%) y Merlot (15%).­­­

Atrae por su personalidad compleja y armoniosa. Su equilibrio es la base del carácter fino, delicado y a la vez intenso del vino. Por un lado, los aromas de flores integrados con una fruta poderosa muestran la viveza del entorno. Por otra parte, trasmite frescura y una energía vibrante, propia de una localización tan particular y genuina como las terrazas de Carraovejas.

Elaborado solo en añadas excepcionales.

Marca

Pago de Carraovejas

José María Ruiz, fundador de Pago de Carraovejas, es llamado para representar a España en el Primer Concurso Mundial de Sumilleres, celebrado en Milán. La cultura vitivinícola en España no gozaba en aquellos años del prestigio y el reconocimiento popular y profesional del que se disfruta hoy en día pero José María Ruiz, junto con el otro representante español “Pedraza”, consiguen un meritorio 5º puesto entre más de 60 países. Aquella experiencia supuso el inicio de la fermentación de unas ideas: su deseo de poner en marcha su propio restaurante, junto con sus propios cochinillos y su propio vino. El desarrollo de la cultura vitivinícola en otros países y la importancia que a los vinos se les otorgaba en otros lugares, llevaron a José María a formarse y conocer en profundidad el proceso de elaboración de los vinos y de su degustación. En 1982 nace en Segovia el Restaurante José María, transformando el concepto de los vinos que se servían en los mesones castellanos. Eliminando la tradicional jarra para dar lugar al vino embotellado, cuidando al máximo la temperatura y el servicio adecuado de los vinos. Años más tarde, José María Ruiz Benito, gran conocedor, ya en aquel entonces, del potencial de la Ribera del Duero, tuvo la gran ilusión de crear su propio vino para acompañar al cochinillo, el plato estrella de su restaurante en Segovia. Aún la Ribera del Duero era casi una gran desconocida, pero su ímpetu en los años anteriores por mejorar el trato del vino en su establecimiento hostelero, le había llevado a profundizar en las tierras y los vinos que existían en la zona. Tenía claro que su ilusión era elaborar un vino diferente que fuera el gran aliado del cochinillo. En 1987 José María Ruiz encabeza junto con un grupo de segovianos amantes del vino el proyecto de crear una bodega en una buena zona de vinos tintos. El lugar elegido fueron las laderas de Carraovejas, en Peñafiel, debido principalmente a tres motivos primordiales: El primero de ellos, por ser el gran centro histórico de los vinos de la Ribera del Duero y por ser la zona con más futuro de los vinos de España. El segundo, por su proximidad geográfica a Segovia. Y el tercero, y quizás el más importante, porque las laderas de Carraovejas eran recordadas por los mayores del pueblo como el mejor maduradero de la comarca. No pocos estudios así lo demostraban. Sin duda la situación, el terreno y el clima tenían mucho que ver. El sitio era Carraovejas. Sólo había que añadir un componente de calidad y vanguardia que optimizara las favorables condiciones que a todos los niveles puede ofrecer esta zona. Sólo así se consiguió que fuera el primer vino de la Ribera del Duero con 25 % de Cabernet Sauvignon, en una época en la que el Tinto Fino era el rey absoluto. Así mismo fueron pioneros en la utilización de roble francés en la Ribera del Duero y en instalar riego por goteo en toda la finca, un sistema que permite aportar el agua necesaria, de una forma racional y específica, mejorando la calidad de la uva tinta destinada a crianzas y reservas. La primera cosecha de Pago de Carraovejas fue en 1991, fruto de los apenas 70.000 kilos que dieron las 25 primeras hectáreas en producción. En los años siguientes, viña y bodega irían aumentando en sucesivas ampliaciones a través de un continuo pero también pausado y meditado crecimiento, regido siempre por el criterio de no perder ni un ápice de calidad, alcanzándose actualmente las 200 Ha. A esta superficie de viñedo, hay que sumar los más de 14.000 m2 de edificaciones con las que contamos en la actualidad. Unas instalaciones donde se unen tradición y vanguardia, con las más modernas tecnologías y un profundo respeto por los procesos naturales, buscando siempre la mejora continua a través de la inversión en diferentes proyectos de investigación, desarrollo e innovación.